Pável Alejandro Mayorga Vaca
El primer rayo de sol hizo que se levantara. Se quitó los periódicos de encima, talló sus dedos en los ojos para quitarse las lagañas. Todos los días de su vida había sido lo mismo, dormir en las aceras friolentas de la ciudad, envuelta en sabanas de diarios matutinos y con un enorme vacío a su alrededor.Se levantó y miró la larga fila de durmientes que se perdían en la estación del tren, el horizonte púrpura y un vagón desgastado por los años. Sabía que su padre debería de estar tirado por ahí con una eterna reseca. Recogió sus periódicos donde había dormido y los puso entre unos matorrales. La última vez que lo vio estaba apunto de atravesar las puertas de la pulquería para perderse como todas las noches y dejarla sola.Cruzó una pequeña bardita que dividía la acera con las vías y se dirigió en dirección de la estación, sus piernas eran delgadas cubiertas por una falda desgastada por el tiempo y la mugre, su cara pálida por desnutrición y sus ojos opacos. Caminó a un lado de los durmientes mirando a su alrededor, sabía que probablemente lo encontraría en el vagón. Siempre se refugiaba en su vieja maquina, ya que le otorgaba los recuerdos más bellos de su vida como maquinista. A lo lejos, un objeto brilloso hizo temblar las vías acercándose a toda velocidad rumbo a la estación. Tacha reconoció enseguida que era un ferrocarril, recordó a su madre, con su vestido blanco hasta las rodillas, su rostro envuelto en largos cabellos dorados y unos ojos crepusculares. No recuerda mucho de ella, porque era muy pequeña cuando la perdió; sin embargo, su último recuerdo es la ocasión que la despedía en la estación para nunca más verla.La estación estaba a unos pasos y el tren cada vez más cerca. Conforme pasaban los segundo su hambre era excesiva, no había probado ni pizca de alimentos desde el día anterior, ya que su padre sólo le había dado una taza con restos de sopa y un pedazo de pan con agua, porque para darle de comer a su hija tenía que sacrificar su botella de caña.El sonido del silbato de la maquina sonó con mucha fuerza y estremeció a la niña. La maquina, el primer vagón, el segundo, el tercero, llegaban ante la mirada impávida de la Tacha, el cuarto y detrás de este: una mujer tomaba de la mano a una niña de sombrerito de seda rosa. Se detuvo el tren y comenzaron a bajar los pasajeros. Ella, inmóvil, no dejaba de mirar a la niña que iba agarrada de la mano de su madre mientras se alejaban hacia la salida de la estación, sintiendo un gran vacío dentro de su pecho.-Que bonita niña, como me gustaría tener a mi mamá- pensó, mientras dos lágrimas recorrían su rostro.Paso junto a los vagones, comenzaban a llenarse de pasajeros. Al término de estos, cruzó las vías del tren. El vagón abandonado estaba a su vista y en la entrada vio un par de tenis sucios que mostraban los dedos de una persona.-Papá- movió los labios sin emitir sonido alguno.Él, tirado bocabajo, con llagas en los labios y ropas de espantapájaros, dormía junto a un trago regado en un vagón carcomido por el tiempo. Corrió a su lado, subió al vagón y lo abrazo.- Papito ¿por qué siempre duermes aquí?- pensó.Comenzó a despertarlo moviéndole el hombro. Mientras su padre comenzaba abrir los ojos soltando balbuceos. Miro a su padre mientras éste la reconocía.-¡Ah! Eres tú, no puedes dejar de chingar, aléjate de mi pinche escuincla y no me abrases que te voy a madrear-dijo, mientras la aventaba- maldita puta, apenas y puedo conseguir para un trago, y tú me vienes a chingar, pinché pendeja.Sus ojos apenas podían distinguir la silueta de su hija como se levantaba. Su mano se estiro para buscar el trago que había dejado ayer, tenía una inmensa sed. Busco y encontró la botella vacía.-Chingada madre, pinche botella ya no tiene ni madres- pensó – tendré que conseguir unas monedas.Se levantó, miró a su hija mientras aventaba la botella fuera del vagón, recogió una mochila y se la colgó a la espalda. Ella se limpió las lágrimas que escurrían en sus mejillas.-Ya déjate de lloriqueos pendeja, ya estoy despierto y tú ya no estas sola- le dijo- mejor vamos a conseguir un lana.Tacha se limpio las lagrimas, se recogió el cabello de su rostro y con el dedo índice señalo hacía su boca.- Tienes hambre pendeja- le dijo el padre – yo tengo sed y no te hago pinches señales pendejadas. Mejor vamos a chingarle a la esquina y déjate de tus mamadas.Bajaron del vagón y cruzaron las vías del tren tomando la calle junto a la estación. La calle era larga y las personas comenzaban a salir de sus casas para pasar un domingo en familia. Tacha caminaba detrás de su padre mirando a las gentes felices como se alejaban en sus autos. Alcanzo a su padre y lo tomo de la mano.- Suéltame pendeja, que te crees – le aventó la mano - Ya me tienes hasta la madre con tus chingaderas, yo no soy tú madre ¿entiendes? Lo único que quiero es conseguir un trago.Siguieron caminando hasta llegar a una rotonda. Cruzaron la avenida y vieron al mono que limpiaba el parabrisas de un microbús. Llegaron al camellon central cuando los semáforos cambiaron de color. El mono se acercó a ellos.-Qué tranza mi dragón – le dijo el mono, mientras sacaba de su bolsa del pantalón un pedazo de estopa- andas bien crudo verdad cabrón.-Si guey, no mames, no tienes un pegue pero que no sea de tinaco.-Nel guey, yo puro activo, ya sabes.El dragón se quito la mochila y saco un palo con un trapo amarrado en una orilla, una caja de chicles y un bote con gasolina.-Ven acá escuincla- le dijo a su hija mientras le daba una caja de chicles. Ahora a chingarle si es que quieres tragar.La niña tomo la caja de chicles y miro como su padre preparaba la antorcha, mientras que el mono no se despejaba la estopa de su nariz. Los semáforos volvieron a cambiar de color.- Anda escuincla, deja de verme como estupida y ve a poner tu cara de pendeja para que a tu padre se le quite la sed.Tacha se encamino hacia la fila de autos detenidos ofreciendo chiles mientras su padre se paraba enfrente de los autos para comenzar a escupir fuego y el mono se subía a los microbuses para limpiarles los parabrisas.El semáforo se puso en verde. Mientras regresaban al camellon con un poco de monedas. Tacha miro como a su padre se le caía una moneda al guardar el dinero. Corrió hacia la moneda y la recogió. Llego donde estaban su padre y el mono. Ella llevaba la moneda en una mano y en la otra la caja de chicles. Su padre estaba de espaldas y le jalo el pantalón. Su padre se volteo llevando en la nariz la estopa del mono.-Qué quieres chinga, ya vas a empezar a chingar con que quieres tragar – le dijo, mientras le quitaba la caja de chicles – Me vienes a chingar y apenas tienes cinco pesos, chingada madre con eso no me alcanza para mi trago. Mejor ve a poner tu cara de pendeja para que nos sigan dando dinero.Tomo la caja que le devolvía su padre y miro hacia una panadería que estaba del otro lado de la avenida. El semáforo cambio a rojo.-Deja de mirar como pendeja y ve a chingarle.Tacha vio como se alejaba su padre con el mono hacia la avenida. Apretó la moneda que tenía en su mano y comenzó a correr hacia la panadería. La puerta estaba muy cerca, el olor a pan lo sentía como si lo estuviera comiendo. Por un momento en su rostro se reflejo una pequeña sonrisa. Al subir la banqueta, su pie se atora y cae. Los chicles se riegan por toda la calle y de su mano sale la moneda girando por el suelo hasta llegar a la punta de un zapato de una niña de sombrerito de seda rosa que va tomada de la mano de su madre.